sábado, 7 de abril de 2012

Castellucci


Castellucci

Son 12 o 15 momentos: ruptura de los vidrios, un bloque que se derrite para que caiga un cuerpo desnudo, llanto continuo, una luz celestial que cae, una espada caliente semejante a la de la justicia que quema, la cabeza que crece, decapitaciones, la otra: yo o el otro, la decisión-indecisión entre derecha e izquierda, los golpes recibidos, la desnudez, las heroínas decapitadas, las cosas enumeradas, un rayo que penetra en la cabeza de la mujer, un rayo que atraviesa, caricias de ella con la otra...
Hey Girl. Foto Di Graz

Y a la salida del teatro algunos que se acercan a “tú, que entiendes de esto, explícame”.

Es legítimo el afán del espectador por conectarse de alguna manera con el espectáculo, darle a cada momento una explicación, una equivalencia en un universo narrativo, historia, mensaje, significado. Hacer apuestas con el “mundo ordinario”. Pero hay que tener calma; ese esfuerzo ilustrativo y esa especulación es infinita. Por lo general, siempre termina en cansancio y no en soluciones.
Tragedia Endogonidia

Hey Girl!, la obra del reputado director italiano Romeo Castellucci, no es uno de sus trabajos más estruendosos. Aquí no entran, como en otros montajes, perros a morder a los actores; no hay bebés en urnas de cristal; no hay un gigantesco toro vivo; no hay un yeti negro o uno blanco sobre un campo de nieve; no hay niños ensangrentados, ni caen carros desde el cielo. Dentro de su historial, digamos que Hey Girl! es un trabajo sencillo. Ojo, no digo menor. Romeo Castellucci junto a su hermana Claudia son los principales de la Sociedad de Teatro Rafaello Sanzio, y aunque el título diga teatro, Castellucci insiste en que estudió la pintura, la escultura, la arquitectura, pero que ha estudiado muy poco el teatro, "no lo consideraba como cosa mía, para mí el teatro no era mi casa”.
Romeo Castellucci
No trabaja sobre un texto, aunque sí con cierta literalidad del texto. “Si el nombre del personaje literalmente traduce señora gorda, pongo una mujer de 150 kilos”.

 Al final del espectáculo, los asiduos visitantes de las galerías de arte contemporáneo aplauden a rabiar, mientras que el grueso del público (artistas incluidos) se siente en un lugar extraño, de no pertenencia, sin poder siquiera emitir una opinión. Buen momento para preguntarse sobre las necesidades estéticas de nuestro público y los mecanismos de conexión que hay que trabajar para que el público no se espante.
Hey Girl. Foto Di Graz

No es que el teatro se haya agotado y derive en estas formas, sino que su riqueza es tanta y sus procesos históricos son tan alterados y a veces cíclicos, que las artes plásticas, además de otras artes, se apoyan en él y él en ellas para brindarse respiros e impulsos. Hace algunos años un sector insistió en decir que el texto en el teatro había muerto (otra de las tantas muertes que a diario se le hacen); llegaron las expresiones visuales y el auge de la danza teatro. Pero al poco tiempo aparecieron los autores que volvieron al texto sin retroceder en la Historia; retroceder es imposible.
Tragedia Endogonidia
Sostenidos en formas clásicas de estructuración, el texto volvió a tomar fuerza con autores como Koltes, otros explotaron de nuevo a Aristóteles como Sarah Kane, Heiner Muller, el bloque argentino. El texto no renació porque no se había muerto; era una pausa de exploración para regresar con más potencia. El eje pocas veces ha dejado de ser el texto.
Hey Girl. Foto Di Graz

La ecuación no es que el teatro se esté muriendo y esté llegando al punto de volverse una más de las expresiones plásticas, ni al contrario. Entre los dos se utilizan, se desarrollan.

En el caso de Hey Girl! es evidente. Lo que pasa es que el teatro aquí  se convierte en continente, una especie de recipiente para que sucedan los momentos que quiere el director. Dialogan lo plástico, la luz, el sonido, todo en una armonía perfecta con ciertos textos generosamente trabajados en español por la performer, pero el teatro no llega. Más que la ausencia de la historia, de un principio, un fin o un desarrollo (ya nos dimos cuenta de que a veces se puede vivir sin eso en escena, sólo a veces), faltan crisis. Los enfrentamientos, dolores y llantos son de concepto y no de acción. Ahí es donde levanto la mano. Puedo quedar sin respuestas, ¡claro! Pero debo tener la posibilidad de por lo menos hacer las preguntas. De lo contrario me quedo en el efecto, en el rayo láser, en el material que se derrite durante hora y quince, en la exactitud con la que se rompen los vidrios; eso es lo que menos persigue Castellucci, "lo técnico debe ser invisible" dice, pero aquí no sólo se hace visible sino que corre el peligro de volverse lo más importante. 
Hey Girl. Foto Di Graz

¿Decapitación histórica (Ana Bolena, María Estuardo) o decapitación simbólica de alguna etapa de la vida?

¿La espada es la justicia? ¿Ser golpeado es ser golpeado por fantasmas, amigos imaginarios?, ¿La otra es otra parte del mundo, otra raza, ancestros, la esclavitud? El esfuerzo no está en descifrar. La obra no tiene que ver con una interpretación básica o con una competencia enciclopédica. Es abrirse a lo que allí sucede, pero para eso, el espectáculo también tiene responsabilidades.
Hey Girl. Foto Di Graz

 Uno a veces se siente ausente, desolado; siente que no participa en la composición del espectáculo porque no traduce, no ilustra o no tiene una referencia. Y la gente tiene razón, se añora el relato, y eso no significa que el público esté atrasado. Sencillamente lo necesita y no necesariamente un relato tradicional clásico, final feliz; sólo pide vínculos, elementos de conexión, más cuando te dicen que lo que vas a ver es teatro. Si tú sales con otra persona lo que más quieres es entenderla y entablar una conversación. Nada peor que una primera cita donde sólo habla uno y el otro, después de ingentes esfuerzos por saber de qué habla, se rinde y enciende el automático de los “sí, claro, ajá”, mientras piensa en lo que hará una vez salga de ese intento fallido. Eso a veces pasa con piezas que no tiran cables de conexión. 


La multiplicidad y la fragmentación son contemporáneas claro, parte de nuestra vida cotidiana, pero no son las únicas posibilidades. Tanto la vida como el arte necesitan de puntos de referencia; ¿por qué excluirlos? Un exceso de refinamiento puede derivar en caminos tan secretos que solo son recibidos por quien los elabora.
Hey Girl. Foto Di Graz

¿Que el teatro está en crisis? Claro, lo repito, ése es el origen del teatro: las crisis, las rupturas; siempre lo ha estado. Nació de una crisis. Crisis es acción y la acción siempre viene de una ruptura. Decir es romper con decir no; así comienzan los problemas.

No es uno u otro. ¿Cuál es el afán de matar? ¿Desde que apareció el boxeo ha debido desaparecer el ballet? No, es una variación, más ruda y viva, pero una no atenta contra la otra. Se complementan, así los fundamentalistas de Cascanueces escupan a los que gritan en el ringside.

Hey Girl! es una pieza bella, llena de consecuencias, o tal vez causas, con momentos inolvidables. Lo que pasó allí alguna vez se sabrá.

Después de ver por fin en vivo a Castellucci y admirarlo como uno de los grandes en su derivación escénica como Matthew Barney, Bob Wilson, Richard Foreman o Jan Fabre, vuelvo al teatro.


2 comentarios:

  1. De las obras que vi en el Festival, esta queda con mucha fuerza en mi memoria. La mujer y el caos fueron dos elementos en los que durante esa convulsionada hora y cuarto estuve pensando. Gracias por compartir lo que pensás, vos que sabés de teatro.

    ResponderEliminar
  2. Hey Girl era còmo entrar en un proceso de trance, Castellucci juega con tu mente y nos lleva a otros territorios que van màs allà de la fàbula y de el cuèntame una historia que siempre pide el pùblico que va a teatro.Rubiano, dice que despuès de ver a Castellucci "...vuelvo al teatro", tal vez a lo que queremos volver es a la necesidad de sentir un terreno firme en el cual pisar, Castellucci como en el budismo zen nos propone caminar en el vacio y eso nos aterra.

    ResponderEliminar