Escribir sobre los amigos.
Lo primero es que no soy crítico de teatro, y si doy mi opinión lo
hago desde el lugar del espectador, desde el gusto. El gusto contaminado del que
mira también como si estuviera al otro lado.
Blackbird.
Al tener sobre el escenario una
víctima y un victimario, la cosa parecería sencilla, sería obvio por quien
tomar partido.
Pero no.
En Blackbird no es tan sencillo.
Maia Landaburu y Humberto Dorado en Blackbird. (Foto de Julián Rodríguez) |
Un hombre y una mujer mucho
menor que él, se encuentran después de varios años para hablar de eso que pasó.
Eso que pasó cambió la vida de los dos y durante la obra la sigue cambiando.
Los personajes tienen varias
dimensiones, no son planos. Aquí no se trata de buenos y malos, de uno quieto y
otro móvil, de un inválido y un atleta, no. Los dos tienen tantos argumentos
que uno recuerda los diálogos de la tragedia griega, cuando llegado a cierto
punto de la obra, en cada réplica quien habla nos convence. Cambiamos de bando
en cada texto.
Humberto Dorado y Maia Landaburu en Blackbird. (Foto de Julián Rodríguez) |
David
Harrower es un dramaturgo escocés de 1966, que comenzó a mover la escena
mundial desde que escribió su primera obra Knives
in hens (Cuchillos en gallinas) en 1995, sobre un triángulo amoroso entre
una campesina, su marido y un extraño molinero. La infidelidad, para sorpresa
nuestra, no se sostiene en ninguna insatisfacción. No hay causas evidentes.
Así mismo, con Blackbird.
David Harrower, el dramaturgo. |
Que se logre la empatía con un
personaje para hacer el viaje con él, es una de las reglas de cierto tipo de
dramaturgia tradicional, sobre todo la cercana a los trabajos audiovisuales. Pero
aquí Harrower no se pone las cosas fáciles, ni a él ni a los actores ni al
director ni a los espectadores. No se acomoda a las fórmulas clásicas. Los
personajes no son como dice el manual, ni como algún público los necesita:
grandes malos, grandes buenos y redención final, no. Son personajes
independientes.
Nicolás Montero, el director. |
No se juega a caracterizar a un
personaje para que sea odiado y a otro para que sea querido. Aquí, aunque legalmente
hay delito, lo técnico pasa pronto, y del marco legal se entra a lo
sentimental, a lo emocional. El amor y el deseo estuvieron y están en términos tan
sutiles pero no menos perversos, que provocan dificultades a la hora de tomar partido y al
tiempo, necesidad de tomar partido. Algo desde adentro nos impulsa a ir
definitivamente por uno de los dos. Y siempre queda la sensación de que como
espectador no estoy siendo lo suficientemente justo.
Las relaciones entre este hombre
y esta mujer pasan por etapas, por tiempos que nos alteran los valores. ¿Cómo
juzgar un acto violento y cómo diferenciarlo de una violencia consentida?
¿Cuándo la puedo consentir?
Humberto Dorado hace una de sus
mejores interpretaciones. De hecho, bajo la dirección de Nicolás Montero ha
logrado cosas que con otros directores pierde. Su actuación en Cita a Ciegas es notable, pero aquí, en
Blackbird, es exacta, hace lo que se requiere, está en una medida difícil. Pero
lo logra, él y la obra.
Natalia Helo y Humberto Dorado en Cita a ciegas. |
Hoy en día algunos directores piden
a los actores que se muevan entre una subactuación de gesto neutro que se puso
de moda, o tratan de ilustrar en el afán de que se vea algo que puede pasar
desapercibido.
En este Blackbird, Nicolás Montero
ha tomado las medidas. No es el primer riesgo que corre, ya había hecho entre
otras: Oleanna de Mamet, Playland
de Athold Fugard, The Keening y su valioso trabajo con El Deber de Fenster sobre la masacre de Trujillo.
Marisa Chibas en The Keening (Con el corazón abierto) en el American Repertory Theater. |
Maia Landaburu hace el personaje
de alguien que fue y alguien que es, y eso no es fácil. El personaje que hoy es
habla por la que fue y, al igual que el resto de la pieza, no es un personaje
identificable, se siente que quiere algo, pero al rato da la sensación de que
eso es lo que menos quiere. Las acciones no pueden ser muchas, la palabra es
poderosa, y en este espacio vacío y frío, ella sólo tiene su cuerpo, no sabemos
si para mostrarlo o esconderlo, no sabemos si el cuerpo de la que es o de la
que fue.
Creo, porque conozco la obra,
que eso es lo que la obra necesita, esa indeterminación. Algunos énfasis de más
en ciertos textos podrían quitarse, pero ésa es mi postura, mi gusto; los que
hay no afectan la obra, me afectan a mi.
Vicky Hernández en Con el corazón abierto (The Keening) en el Teatro Nacional |
Es necesario hablar de los
textos, son trabajados y cuidados desde la escritura hasta la puesta. Aquí un
ejemplo:
JUAN
No.
Aquí no.
Yo no.
El personal
EMMA
No deberían dejarlo
así.
El piso.
(Él lleva basura a la
caneca.)
JUAN
Está llena.
(Él mete la basura a
empujones.)
EMMA
¿Pero usted dónde
come?
JUAN
¿Está sola?
Muchos de ellos son deliberadamente
incompletos, con ideas a la mitad, con preguntas sin responder, con frases que
no siempre conectan. Y así es la obra, no da respuestas. No es tarea del teatro
darlas, sí plantearlas.
El espacio (diseñado por Laura
Villegas, al igual que el vestuario) es lo suficientemente frío para que esté
acorde con la pieza. Para que no distraiga. Paredes con una cercanía al mármol
o a un estuco veneciano con tendencia al blanco, el piso muy pálido también y
las sillas en un pastel que no corta. Es una escenografía cruel con el
espectador; no agradaría estar ahí si no fuera un espacio teatral. Pero creo que el desagrado y la frialdad deben
ser.
Humberto Dorado y Maia Landaburu en Blackbird. (Foto de Julián Rodríguez) |
La iluminación (Alex Gümbel) se
mueve entre luces de neón, las más duras, las de oficina, y unos cambios
sutiles que nos dejan a veces sin el neón y nos dan ambientes teatrales, que
uno quisiera que fueran más largos, pero que por la condición de la obra no se
pueden permitir.
Ver Blackbird es necesario. La
obra te lleva, te pone a prueba, está en un límite perverso muy cercano a los
pensamientos oscuros de muchos espectadores.
Blackbird es una coproducción del Teatro Julio Mario Santodomingo y
Casa Ensamble. Estará por estos días en el Festival Iberoamericano de Teatro, y
más adelante en temporada con el Teatro Nacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario